miércoles, 4 de septiembre de 2013

Día mundial de oración y ayuno por la paz en Siria

Cáritas del Callao se une a la campaña de oración y ayuno convocada por el Papa Francisco.

http://www.caritas.org/activities/emergencies/WorldDayOfPrayer.html


El Papa Francisco ha convocado un Día mundial de oración y ayuno por Siria, el sábado 7 de septiembre. Él dirigirá a millares de peregrinos en una vigila por la paz, esa misma tarde en la Plaza
de San Pedro. 

"Nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia, para implorar de Dios este gran don para la amada
nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz", dijo el Papa el domingo pasado.

El Santo Padre invita a todos: "a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad".

El Secretario General de Caritas Internationalis, Michel Roy, exhorta a todo el personal, voluntarios y simpatizantes de Caritas, de todo el mundo, para que se unan con el Santo Padre en la oración por la paz. Y dice: "La crisis de Siria es el mayor reto humanitario que debe afrontar hoy en día nuestro mundo. Hay miembros de nuestro personal que trabajan en primera línea, en las fronteras de Siria y los países vecinos, en los que ahora mismo se encuentran dos millones de refugiados. Unámonos todos en solidaridad con el
pueblo sirio y recemos para que se ponga fin a esta tragedia".

Caritas facilita alimentos, refugio, educación, asistencia médica, asesoramiento por traumas y ayuda a conseguir ingresos a los sirios atrapados en el conflicto.

Desde que empezó la crisis, en marzo de 2011, Caritas Siria ha ayudado a más de 30.000 personas dentro del país, mientras Caritas Líbano ha ofrecido asistencia a 125.000 refugiados, Caritas Jordania a 130.000, Caritas Turquía a 7.000 y Caritas Iraq está ayudando a numerosos sirios en el norte.

Oración por la paz en Siria

Dios de Compasión,
escucha el lamento de Tu pueblo en Siria,
haz llegar sanación a quienes sufren por la violencia,
haz llegar consuelo a quienes llevan luto en sus corazones,
fortalece a los vecinos países que cuidan de Siria y dan la bienvenida a sus refugiados,
convierte los corazones de aquellos que se han levantado en armas,
y protege a todos quienes se han comprometido a la paz.

Dios de Esperanza,
inspira paz sobre la violencia en los corazones de los líderes
y guíalos hacia la reconciliación con sus enemigos,
inspira en Tu Iglesia, que se extiende por todo el mundo, compasión por el pueblo de Siria,
y dótanos con esperanza por un futuro lleno de paz impulsado por justicia para todos.

te pedimos esto por Cristo nuestro Señor, Príncipe de Paz y Luz del Mundo, Amén.


Texto íntegro del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas: Buenos días.

Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.

Vivo con particular sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se está produciendo.

Hago un fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en este atormentado país, especialmente entre la población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del futuro. Condeno con especial firmeza el uso de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia!

Con todas mis fuerzas, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro como a un hermano y que emprendan con valentía y decisión el camino del encuentro y de la negociación, superando la ciega confrontación. Con la misma fuerza, exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo posible para promover, sin más dilación, iniciativas claras a favor de la paz en aquella nación, basadas en el diálogo y la negociación, por el bien de toda la población de Siria.

Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas de este terrible conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los numerosos refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios, dedicados a aliviar los sufrimientos de la población, tengan asegurada la posibilidad de prestar la ayuda necesaria.

¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor (cf. Pacem in terris[11 abril 1963]: AAS 55 [1963], 301-302).

¡Que una cadena de compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia Católica, pero que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad.

Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz.

Que el grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de paz.

Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad.

El 7 de septiembre en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 a las 24.00 horas, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir esta jornada de ayuno, organicen algún acto litúrgico por esta intención.

Pidamos a María que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar este difícil momento y a comprometernos, todos los días y en todos los ambientes, en la construcción de una auténtica cultura del encuentro y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.

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